Siempre digo (en realidad me digo a mí mismo) que no debo postear si no tengo nada interesante que contar y mucho menos si es que no estoy inspirado. Porque, no sé como será con uds, pero conmigo funciona así: si no tengo una idea dándonme vueltas en la cabeza, si no me sucede algo tan alucinante como ver a alguien tomando Milo con agua, me digo "no tengo nada que escribir" y simplemente me dedico a ver mis series de TV, me pongo a jugar Nintendo o a leer esa revista que es más o menos el equivalente a Cosmopolitan pero para hombres. Es por eso que a veces me desaparezco.
Pero de vez en cuando los 3 o 4 gatos que me leen preguntan por mí, y es para ellos que escribo este post. Tengo que contarles que este fin de semana estuve de visita por mi amada/odiada Limamanta City a.k.a. Lima La Ciudad de Los Reyes. Sí, pase el día de la madre por allá, pero tristemente no pude pasarlo con mi madre porque ella está un tantito lejos, en la selva de Chanchamayo (y no, quiero dejar en claro que mi madre no es la Tigresa del Oriente ni mucho menos), lugar donde administra un espectacular hospedaje (más adelante les doy los datos, háganme acordar, sí?). Técnicamente podría haber ido a visitarla, claro, pero para eso mi itinerario habría tenido que ser el siguiente:
a) Viernes, 5:20 pm: Partida desde Cajamarca hacia Lima.
b) Viernes, 6:50 pm: Llegada a Lima.
c) Viernes, 10:30 pm: Partida desde Lima a La Merced, Chanchamayo.
d) Sábado, 6:30 am: Llegada a La Merced. Paso todo el sábado con mi ma' y mi abue.
e) Domingo, 11:00 am: Partida a Lima.
f) Domingo, 7:00 pm: Llegada a Lima
g) Lunes, 3:30 am: Taxi me lleva desde mi casa al aeropuerto.
h) Lunes, 6:15 am: Partida de Lima hacia Cajamarca
i) Lunes, 7:45 am: Llegada a Cajamarca. Luego al hospedaje a darse un duchazo e inmediatamente después tomar un taxi que te deja 1 hora después en la oficina.
Como se imaginarán, mi sentido común hizo que terminara saltándome los pasos del c al f y decidiera que lo mejor era permanecer en mi rica Lima, donde tuve oportunidad de reunirme con unos amigüitos en el Starbucks (señores de Starbucks: vengan pronto a Cajamarca), devoré un cebichito en La Concha De Sus Mares, no comí Bembos (sorprendente), me paseé por Wong donde comprar es un placer, vi Spider-Man 3-qué-decepcionante-no-necesitaban-tantos-villanos-cuántas-veces-harán-esa-estúpida-toma-con la bandera-de-EEUU-y-Peter-Parker-bailando?, ví la última película de Jim Carrey (que al parecer ya está causando estragos entre algunos bloggers que ven números por todas partes), almorcé pizza hawaiana y pizza de Pepperoni, me compré un Spider-Spud, ví a mis tíos y a mis primos después de muchos meses...
Antes de que me agarren a pedradas por ser un hijo tan desnaturalizado que no fue capaz de visitar a su madre aunque sea por unas horas y que prefirió pasársela de lo lindo el fin de semana, quiero decirles algo.
En caso no se hayan percatado, no suelo escribir acerca de mis sentimientos. No escribo sobre lo que siento, sobre mis penas, mis traumas, mis miedos ni nada de eso. Obviamente, tampoco suelo hablar de eso. Y este post no será la excepción. Quizás lo haga más adelante, quizás no. Quizás les hable del plan que tuve para visitar a mi madre por sorpresa y que terminó desbaratado por un mal cálculo. Quizás les cuente sobre las ganas que tenía de que me preparara una exquisita lasagna y luego su tan famoso apple crumble. Quizás les cuente sobre lo triste que hubiera sido tener que despedirme de ella por enésima vez y verla llorando en el terminal de buses.
Quizás algún día les diga que sí, que como muchos, también sufro de vez en cuando.
Pero no, no es mi estilo. Eso es algo que aprendí recientemente de mí, después de tanto tiempo en que le hice caso a algunas personas que me decían que hablara sobre lo que me pasa. Para algunos expresar lo que sienten funciona, pero para mí no. Para mí funciona el quedarme callado y rumiar todo lo malo hasta que lo olvido, hasta que lo asimilo o hasta que pasa. Sonará a locura, pero es cierto. Soy de los que resuelve sus problemas evitando exteriorizarlos. Es por eso que casi siempre que me vean estaré sonriendo, hablando (y escribiendo) huevada y media, haciendo bromas y tratando de pasarla bien. Y cuando no me vean, pues bueno... ya saben por qué es.
Y ahora sí, estoy de vuelta.